Eugenio Barba
SEGUIRSE A SÍ MISMO
Carta por los 40 años de los Yuyachkani
Carpignano 20 de julio, 2010
Queridos hermanitos Yuyachkani
también ustedes han constatado ya que el rigor, la inteligencia y la elasticidad necesarias en un grupo de teatro que no quiere morir joven cambian imperceptiblemente el panorama que nos engloba. Algunos piensan que “imperceptible” quiere decir “insignificante”. Pero la historia indica lo contrario: una manera profunda, imprevisible y sustancial – como una radiación. Luego de décadas de trabajo a contra corriente y luego de haber superado miles de dificultades y contradicciones, tenemos que admitir que miramos nuestra sociedad no como extraños sino como extranjeros, incluso cuando se trata de la tierra en donde hemos nacido. Esta actitud de extranjero, esta mirada distante y comprometida es la libertad que nos hemos conquistado, el desafío a través del cual se manifiesta nuestro modo de ser políticos.
Alcemos entonces las banderitas de nuestros cumpleaños y demos la justa visibilidad a nuestro modo de vivir el teatro como una larga elaboración de la Diferencia. Lo hemos comprendido, con el tiempo, cada uno a su manera: ser diferentes, o sea, rechazar el mundo que nos rodea, sus normas y costumbres, no puede ser solo una idea. Si se queda en eso, se vuelve una rutina más. Elaborar la propia diferencia quiere decir transformarla en una larga marcha hacia el seguimiento de nosotros mismos.
¿Seguirse a sí mismo? Esta frase no dice nada. A menos que no se la tome en serio, traduciéndola al lenguaje de las acciones físicas. Evoca, entonces, una lucha imposible contra la consistencia de las biografías. Las biografías nos hacen creer que nuestro pasado está a nuestras espaldas. Sin embargo nuestro pasado es ese poco que tenemos delante y que logramos ver. A nuestras espaldas está lo que llamamos “futuro”, “fortuna” o “destino”: el tiempo ignoto que cada uno llama “yo mismo”.
Seguirse a uno mismo quiere decir caminar hacia atrás mirando hacia adelante, intentando orientarse interpretando no las calles y las encrucijadas que nos esperan, sino la vía que ya hemos recorrido. No podemos ver los tropiezos que nos amenazan, ni la meta – no importa cuál sea.
Parece la descripción de un inteligente truco de clown. Pero es la materialización de ese pozo sin fondo que se esconde detrás del misterioso concepto de coherencia. Repetimos muchas veces esta palabra, especialmente en los momentos de crisis. A veces la embanderamos delante de nuestros ojos y de los otros, con énfasis de moralistas. Pero no podemos dominarla.
Esperamos que sea ella quien nos domine.
Así, mientras la vida del teatro se mide tradicionalmente por temporadas, nosotros medimos nuestro teatro por épocas: los primeros diez, veinte, treinta, cuarenta, cincuenta años.
Detengámonos un momento a considerar nuestra estupefacción. Cuando comenzamos jamás hubiéramos imaginado festejar los distintos decenios de nuestros grupos. Pero nuestra obstinación ha construido una base para resistir. No la hemos construido con el hierro y la piedra de las teorías y de las fes. Nuestra base fue una pasión insensata y el conocimiento conquistado y protegido por cada uno de nosotros para poder horadar un arte efímero. Tal vez por azar, tal vez por amor, tal vez por obligación.
Dicen que el teatro es el arte de lo efímero. Pero el teatro para nosotros es la práctica del pero. Arte que pero se opone a lo efímero. Efímero que pero se opone al arte. Sin sosiego, sin certezas: un combatir constante contra las ilusiones con las armas de la ilusión.
Les hago llegar mis augurios, queridos hermanitos Yuyachkani, por vuestros cuarenta años. Espero los vuestros para los inminentes cincuenta del Odin. Con un abrazo
Eugenio Barba y todo el Odin Teatret
Traducción: Ana Woolf